La historia nos narra que las estrellas han sido muy importantes para todas las civilizaciones alrededor del mundo, con diversos usos como parte de las prácticas religiosas o para la navegación celeste y la orientación. En los principios de la astronomía antigua se creía que las estrellas estaban fijadas a una esfera celeste y eran inmutables. Por convención, los astrónomos agrupaban las estrellas en constelaciones y las usaban para rastrear los movimientos de los planetas y la posición inferida del Sol. Creando calendarios, que podrían ser utilizados para regular las prácticas agrícolas, como el calendario gregoriano, usado actualmente casi en todo el mundo.
Contemplar las estrellas y lo que nos enseñan es todo un lujo. El 80% de la población mundial no es capaz de disfrutar de su belleza debido a la contaminación lumínica. En la ciudad de Salamanca, patrimonio de la humanidad, se puede observar el Cielo de Salamanca, una pintura mural obra de Fernando Gallego que se corresponde con la tercera parte de la decoración de la bóveda de la antigua Biblioteca de las Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca. En la actualidad se encuentra en el Museo Universitario en las Escuelas Menores para su contemplación.
Porque mirar las estrellas es algo mágico, una sensación de tranquilidad y de paz que es difícil de describir. El simple hecho de estar tumbado en el suelo, disfrutando de un cielo estrellado nos recuerda aquellos veranos de nuestra infancia, corriendo por las calles de nuestros pueblos, las comidas en familia con sobremesas que llegaban a la noche, los banderines decorando las calles en las fiestas patronales, el olor del pan recién horneado o el sabor de aquellos tomates recién recolectados del huerto. Aquellas pequeñas cosas que añoras, aquellas que no tienen valor material, pero sí un gran valor sentimental y, que en determinados momentos darías todo lo que tienes por volver a vivirlas y sentirte parte de ellas de nuevo. Parte de un todo, de un puzzle donde encaja cada pieza, parte de ese cielo estrellado que nos lleva contemplando toda una vida.
Una experiencia única que te traslada a la sensación de estar en contacto con algo mágico. Esta magia la podrás vivir en la Ruta del Vino Sierra de Francia y, en cualquiera de los cielos estrellados de sus municipios: Cepeda, Cristóbal, El Cerro, Garcibuey, Herguijuela de la Sierra, Lagunilla, Los Santos, Madroñal, Miranda del Castañar, Mogarraz, Monforte de la Sierra, Montemayor del Río, San Esteban de la Sierra, San Martín del Castañar, San Miguel de Valero, Santibáñez de la Sierra, Sequeros, Sotoserrano, Valdefuentes de Sangusín, Valdelageve, Valero y Villanueva del Conde.
Así, cuando te reúnas con tus familiares y amigos y te pregunten, cuáles han sido tus planes del verano, simplemente tienes que responder: contemplar las estrellas desde el paraíso de la Ruta del Vino Sierra de Francia.